Tras un lunes festivo en el que las historias de nuestra familia descansaron, retomamos la sección con el capítulo número 4 de La familia en Navidad. Ya habéis visto la evolución: los diferentes miembros de dicha familia se enfrentan a los preparativos navideños, habiéndoles tocado a cada uno las diferentes tareas. Aún están anticipando los diferentes regalos, yendo en grupos: los niños, los padres… Y hoy les toca a las madres. Sí, Regalona y Regaleta deben hacer frente a los preparativos igual que el resto de la familia; y hoy sabremos qué les preocupa a ambas. ¿Lo leemos? Esperamos que os guste.
Capítulo 4: Venganzas, reproches e infusión caliente
¿Cuál era el mejor momento del día para las matriarcas de la familia CosasdeRegalo.com? Ninguna de las dos albergaba dudas: el rato que madre e hija compartían en el salón cada tarde, a solas, sin nadie que enturbiase la calma que se respiraba en el ambiente, ese instante en el que saboreaban sus infusiones preferidas dentro de sus tazas, también preferidas. ¿Había algo mejor que aquello? La respuesta era un no rotundo. Al menos mientras no entrasen en juego las tareas pendientes.
—¿Le dijiste a Regalón que encargase el regalo para el niño?
La madre, abuela a su vez, interrumpió la quietud del tintineo de cucharillas contra la cerámica para poner en conocimiento de su hija, también madre, la intranquilidad que le removía los nervios: haciendo referencia a su yerno, y temiendo el despiste que solía acompañarle, quiso asegurarse de que los preparativos navideños continuaban a buen ritmo y sin contratiempos.
—Sí, se lo dije —respondió Regalona sin ocultar en el tono el hastío que le provocaban las dudas de su madre—. Ya te aseguré que se encargaría de ello —hizo una pausa mientras recogía el móvil de la mesita auxiliar—. De hecho, me acaba de mandar un WhatsApp diciéndome que ya lo tiene.
—¿Seguro?
—Que sí, mamá —Regalona tuvo que enseñarle la imagen adjunta del chat para vencer la incredulidad de Regaleta—. Una cosa menos.
Ambas dejaron de nuevo que el silencio les envolviese como esa manta caliente que todos agradecen cuando hace frío. Aunque claro, tarde o temprano acaba asfixiando, debiendo descubrir la cabeza para tomar aire. O para enseñar los temores.
—¿Y tú? —era el turno de Regalona, tenía muy buenas cartas—. ¿Ya has comprado lo que tenías pendiente?
Silencio. Como si no fuera con ella, Regaleta siguió dándole vueltas al líquido ocre y caliente que llenaba por tres cuartas partes su taza haciendo caso omiso de la pregunta que le había arrojado su hija. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a ella, pero, curtida como estaba por la experiencia, poseía maña de sobra para esconderse un buen comodín. Que no tardó en enseñar.
—No, aún no he comprado lo de Regalete —la hija tomó aire para alimentar la reprimenda, pero Regaleta la contuvo alzando la mano derecha como la alzaría un guardia para detener el tráfico—. Pero sí que he conseguido la reserva de Año Nuevo que tanto querías.
Aquel comodín era el padre de todos los comodines, siendo capaz de abrirle la puerta hasta al más profundo de los rencores para, a continuación, despedirle con una patada en el trasero. Y no es que Regalona tuviese algo que reprocharle a Regaleta, que ella también entendía que su madre y su suegro pudieran tener ciertos roces debido a la convivencia; pero, a partir de aquel momento, cualquier reproche por la tarea no realizada de la abuela desapareció.
—¿Aquella que tanto deseaba? —Regaleta asintió sin decir palabra—. ¿La del restaurante donde Regalón me pidió matrimonio? —más asentimiento—. No sabes la ilusión que me hace…
—Sí que lo sé, sí —Regaleta dejó su taza sobre la mesita, junto al móvil de Regalona, y pasó el brazo por el hombro de su hija acariciándole posteriormente la espalda.
—Pero no te creas que te vas a escapar —susurró Regalona. A Regaleta se le congeló el brazo en una caricia fotográfica—. Tienes que comprarle el regalo a Regalete cuanto antes.
—Pero…
—Te voy a contar un secreto: a él también le ha tocado hacerte el regalo.
—…
—Y si no quieres venganzas, yo de ti me esforzaría: además de los de Navidad, también le toca hacerte el regalo de Reyes.