¿Conviene marcar un límite de gasto en el amigo invisible?

A pesar de que los haya sin remedio, no se puede decir que los tacaños lo sean por carácter. Con unas circunstancias cada vez más difíciles donde lo que menos abunda es el dinero, está claro que la economía ajustada acaba llegando a todos los ámbitos de la vida. Y los regalos son de lo más prescindible, por lo que todos recortaremos en ellos con la intención de ahorrar el máximo posible en cualquier fiesta donde se regalen cosas. ¿Es ésta la razón principal para que año tras año triunfe el amigo invisible o amigo secreto? Nosotros no tenemos duda alguna: regalando algo sólo a una persona se consigue amortizar al máximo la fiesta. Y claro, siempre se plantean problemas que se han de solucionar, siendo el del importe uno de los más polémicos: ¿marcar un límite de gasto en los regalos del amigo invisible o dejar esta cuestión a la elección de los participantes?

Cuando hay dinero de por medio suelen surgir la tensiones, por lo que podéis pensar que lo mejor es dejar el presupuesto abierto. Así, cada cual se gastará lo que quiera en su amigo secreto, siendo esa persona quien se responsabilice del regalo que quiera entregar. Cero problemas para los organizadores, aunque es bastante habitual que todo se torne más negro que el cielo de una noche que anticipa tormenta. Habrá quien se pase porque le ha tocado alguien que le hace tilín, otros se quedarán cortos contrastando con el gasto menor de la persona contraria, habrá peleas debido a la falta de equidad en los resultados… Vamos, que lo mejor es restringir el presupuesto máximo del amigo invisible. ¿Seguro?

Presupuesto para el amigo invisible

Vale, evitémonos problemas: instauremos el gasto máximo en los regalos y listo. Así todos tendrán un valor equitativo restando problemas a la búsqueda. Aunque claro, luego acaba ocurriendo lo de siempre: en lugar de echarle imaginación y encontrar lo que mejor se adapte al presupuesto, el amigo secreto se acaba convirtiendo en una competición por ver quién hace el regalo más chorra. Y claro, al final ocurre lo mismo que en el caso anterior: unos se ofenden por lo inútil de lo que han recibido y otros hacen de la fiesta todo un alegato de la broma. Algo que no tiene porqué ser sinónimo de amigo invisible; al menos si de antemano no se decide así.

¿Habéis organizado alguna fiesta del amigo invisible? Según vuestra propia experiencia, ¿mejor presupuesto cerrado o gasto libre? ¡Opinad!

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